viernes, 9 de mayo de 2014

Los Hijos

Los hijos son un atajo hacia nosotros mismos, aunque no todos los padres saben ver esto y aprovecharlo. En muchos casos se confunden y se hace de ellos o se pretende hacer de ellos un Alter ego con el que se pretende vivir a través de ellos la historia que no fuimos capaces de vivir nosotros mismos, o en el otro extremo, proyectando sobre ellos nuestras limitaciones.

 Los hijos bien amados, son libres y respetados en su libertad para que descubran quienes son y para ello los padres han tenido que saber transformar sus prejuicios en amor incondicional, liberándose a ellos mismos de sus propios miedos y anhelos y así dejando de proyectar estos sobre  ellos, respetando su individualidad.

Los hijos son al igual que el resto de personas que vemos fuera de nosotros, proyecciones de nosotros mismos que de una manera muy especial se presentan como parte directa nuestra, y es en ese "mi hijo" " mio" donde está la oportunidad más potente de deshacer la mentira. No hay nada que sea mio y en realidad todo es parte de mi.

Los hijos bien vistos, son el empuje que necesitamos para liberarnos de las memorias erróneas familiares, pues en el trato con ellos, vemos florecer memorias antiguas aprendidas, frases hechas que arrastramos de nuestros padres y es ahí donde tenemos la oportunidad de sanar esas memorias que de otra manera, tal vez no somos capaces de reconocer en nosotros y sanarlas renunciando a ellas. Por ellos somos capaces de hacer mucho más de lo que haríamos por nosotros mismos, ponen en marcha motores en nosotros que desconocíamos, nos ayudan a entender que nada nos pertenece ya que si eres capaz de entender que un hijo no te pertenece, sabrás comprender que nada ni nadie te pertenece.

Los hijos nos hacen comprender el desapego, pues por naturaleza ellos un día se irán y no por ello dejaremos nunca de amarlos. Despiertan la Fe necesaria para saber que todo está bien, pues ya no es un deseo de bienestar sino que es una necesidad de saber que así será. Con ello también aprendemos a confiar en un "otro", en la vida misma.

Los hijos son bendiciones, oportunidades disfrazadas de momentos duros,  inquietud , desvelo, abnegación , conciencia del otro. Maestros que nos enseñan la compasión, la comprensión, más allá de nosotros mismos y por ellos llegamos a amarnos a nosotros mismos sin condición, pues ellos no son menos que  hijos de dios mismo, de la conciencia más pura, de la inocencia perfecta. 

Los hijos llegan a nosotros cuando tienen que llegar y si es el caso de que tengan que llegar, ya que son una opción. Si eres padre es porque realmente necesitabas serlo, si no lo eres entonces será que no lo necesitabas. Todo está bien tal como es y creo que al igual que tenemos que aceptar todo el aprendizaje que nos trae tenerlos, así también tenemos que aceptar todo el aprendizaje que nos trae no tenerlos. En definitiva, los que somos padres y los que no lo somos, tenemos una gran lección que aprender de los hijos, pues la vida de ambos termina en su momento girando al rededor de esta figura. Amarnos con ellos o sin ellos. 

Los hijos nos enseñan la humildad necesaria que como adultos necesitamos para aprender de ellos, para reconocer la verdad en ellos y eliminar la mentira de un mundo adulto lleno de creencias limitadoras. Ellos nos llevan de nuevo al jardín de infancia, a la adolescencia, a la juventud... nos recuerdan cuanto ganamos al recordar quienes somos ,al poder ver de nuevo a través de nuestra mirada hacia ellos, nuestra verdadera esencia. Amor Incondicional.

1 comentario:

  1. Me alegra mucho el que hayas dado tu testimonio, y me imagino pues que has sabido integrar más o menos la balanza ya que presiento que es siempre un desafío, claro está. Valorar la faceta de ser madre, lo has hecho con ecuanimidad. Enhorabuena por dar un lección valiosa que me tocará aprender, Nieves.

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